Y me hice mujer de tu poema, del poema que escribiste como un niño, deseando que se hiciese realidad. El poema en el que se dió forma a mis caderas, mis piernas, en el que dibujaste el color de mi pelo, en el que me hiciste mimosa, y fuerte, y luchadora, y decidida, y un poco obstinada, en el que me pedías con inquietudes aunque sin especificar demasiado, dejando que mi creatividad, que también pedías, se encargase de rellenar los espacios en blanco con detalles para volverte loco. Mis cualidades y defectos se reflejaron todos en ese pequeño amasijo de versos, palabras que eran cualidades, que me definían, que me formaban. Y entonces, como el carpintero que observa extasiado cómo en el muñeco que creó, que tanto deseó, se enciende la vida, tú me viste nacer de tus páginas, tomar forma de papel y tinta. Cobrando vida surgí desnuda de tus versos que también lo estaban. Al sacudirme la tinta de encima dejé al descubierto el cuerpo que habías formado. Y me hice mujer de tu poema, y tú ahora haces poemas de la mujer que soy.
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