Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.
Hoy voy a colgar este breve y muy inquietante relato, escrito por mi hermano, y voy a robarle un poquito de su imaginación porque me pareció cuando lo lei que era digno de mi historia...(o de cómo voy a acabar)
Blancanieves y los siete psicópatas:
No hace mucho tiempo, vivía Blancanieves con su madre putativa en un chalet de Alcorcón. Blancanieves era guapa, lista y con aspiraciones de futuro; su madrastra, en cambio, era fea, tonta y sin aspiraciones. Un día cualquiera, Blanca (que así la llamaban porque Blancanieves suena un poco estúpido) decidió hacerse psicóloga y cuidar locos en el manicomio de San Millán del Cogollo. Su madre, Francisca, dijo: "Estoy harta de que esa payasa tenga más "listeza" que yo". Y con su dinero para la jubilación contrató a un sicario para que arreglara cuentas con ella. El sicario, al verla tan guapa, decidió no matarla pero sí robarle la cartera. Blanca, desesperada, fue a un bar y pidió diez Bloody Mary's con un dinero que siempre guardaba en el escote. Borracha como una cuba salió del bar y caminó sin rumbo. Por la mañana se encontraba cerca de un almacén abandonado.
Al entrar vió que había signos de vida inteligente,pero eso era una asquerosa cochiquera. De la penumbra empezaron a emerger personas. ¡Pero no personas corrientes, sino locos o disminuidos psíquicos!. Había uno que no quería hablar, otro con trastorno de la personalidad múltiple, otro que robaba morfina y se sedaba, y otros cuatro más. Blanca decidió establecerse allí como psicóloga para esa gente. Arregló el almacén y compró cosas en Ikea para que la estancia fuera más agradable, aunque para conseguir el dinero y llevar a cabo eso, tuvo que hacer negocios poco honrosos, como vender periódicos o vender su propio cuerpo. Cuando hizo del almacén un lugar habitable, decidió internar a los siete locos en el manicomio de San Millán del Cogollo, y hacer una consulta en el almacén. Su fama fue tal que se enteró su madrastra y decidió que esta vez iba a matarla ella misma con veneno, pero como loa mujer era tonta de remate, cogió Dalsy en vez de cianuro, y a Blanca sólo le dió diarrea.
Blanca denunció a la madrastra por intento de homicidio y, el día en el que iban a meter a la madre en chirona, le dió una neurisma y murió en el calabozo.
Años después, los siete locos escaparon del manicomio y, en venganza por haberles encerrado, torturaron a Blanca hasta matarla y luego se mataron entre ellos. Así que, como había tantos muertos, los policías, en vez de realizar nueve autópsias, tiraron los cadáveres al río.
Moraleja: no le des la puñalada trapera a siete locos.
Are losing theirs and blaming it on you,
If you can trust yourself when all men doubt you,
But make allowance for their doubting too;
If you can wait and not be tired by waiting,
Or being lied about, don't deal in lies,
Or being hated, don't give way to hating,
And yet don't look too good, nor talk too wise.
If you can dream-and not make dreams your master;
If you can think-and not make thoughts your aim;
If you can meet with Triumph and Disaster
And treat those two imposters just the same;
If you can bear to hear the truth you've spoken
Twisted by knaves to make a trap for fools,
Or watch the things you gave your life to, broken,
And stoop and build 'em up with worn-out tools.
If you can make one heap of all your winnings
And risk it on one turn of pitch-and-toss,
And lose, and start again at your beginnings
And never breathe a word about your loss;
If you can force your heart and nerve and sinew
To serve your turn long after they are gone,
And so hold on when there is nothing in you
Except the Will which says to them: "Hold on!"
If you can talk with crowds and keep your virtue,
Or walk with Kings-nor lose the common touch,
If neither foes nor loving friends can hurt you,
If all men count with you, but none too much;
If you can fill the unforgiving minute
With sixty seconds' worth of distance run,
Yours is the Earth and everything that's in it,
And-which is more-you'll be a Man, my son